Periimplantología

05 Feb La periimplantitis y el fracaso de los implantes

La popularización de la implantología ha traído el beneficio evidente de que muchas personas pueden dar una nueva oportunidad a su salud bucodental. Además, las técnicas y materiales han progresado tanto que, en apariencia, resulta sencillo ponerse unos implantes.

Sin embargo, no debemos olvidar que se trata de una intervención quirúrgica que requiere la máxima precisión y profesionalidad. De lo contrario, con el tiempo surgen efectos negativos que pueden conducir al fracaso de los implantes.

De hecho, según pasan los años, aumenta el número de pacientes que deben volver a la consulta por problemas relacionados con los implantes. Entre ellos, una de las dolencias más comunes es la periimplantitis. Se trata de una patología que provoca una inflamación de la mucosa alrededor de las piezas implantadas, infecciones recurrentes, pérdida de masa ósea y dolores crónicos en la zona.

Si no se trata adecuadamente, una de las consecuencias de la periimplantitis es que deben retirarse los implantes para poder curar definitivamente la afección.

Al igual que en la enfermedad periodontal, en la periimplantitis intervienen diferentes causas y factores. Algunos de ellos, muy importantes, dependen en exclusiva de los hábitos de los pacientes. Por ejemplo, no mantener una higiene bucal exquisita, llevar una alimentación inapropiada que ataca la placa dental, fumar o consumir alcohol en exceso, son comportamientos que pueden llevar a su aparición.

No debemos olvidar que por muy avanzada que esté la técnica, el implante no deja de ser un añadido artificial a nuestro organismo. Si ya hemos de preservar nuestra salud bucodental en condiciones normales, esta tarea debe ser mucho más exigente cuando se interviene en la boca para paliar las carencias aparecidas con la edad o por falta de prevención.

Muchos pacientes ignoran este principio, pensando erróneamente que después de colocar los implantes, todo está resuelto. Ni mucho menos. Aunque cada vez se alarga más la durabilidad de las piezas implantadas, su evolución depende mucho del cuidado que hagamos de ellas.

Por otro lado, también desempeñan un papel otros factores, como las condiciones genéticas del individuo, más o menos proclives a la buena salud dental, y la aparición de otras enfermedades cuyo curso puede influir en la sanidad de la boca. Es el caso de la diabetes o de algunos tipos de cáncer, que pueden acelerar el deterioro de los dientes y, por tanto, de los implantes.

Asimismo, las raíces de la periimplantitis también se hunden en momento anterior a la colocación de las piezas dentales. Por ejemplo, si un paciente ha sufrido previamente la enfermedad periodontal y no se ha resuelto antes de la colocación, es previsible que padezca de periimplantitis.

Igualmente, si en la intervención no se ha realizado el diagnóstico preciso en cuanto al estado de la masa ósea, la situación de la encía o el tipo de técnica o material más acertado para el caso particular, pueden surgir complicaciones posteriores. En este punto, me gustaría insistir de nuevo en que debemos considerar la implantología como un tratamiento quirúrgico, no como una práctica odontológica menor.

Como ocurre con todas las enfermedades, resulta muy relevante abordar el tratamiento de la periimplantitis en sus primeros estadios. Aparte de mejorar la higiene bucal y abandonar los hábitos nocivos, puede resolverse con terapias contra la infección bacteriana que suele producirse en torno al implante. Si la cura tiene éxito, síntomas como la inflamación, el movimiento de la pieza o el dolor remitirán.

De no ser así, lo más probable es que la patología se traslade a la masa ósea y lleve irremisiblemente a la extracción de la pieza y a un nuevo proceso de implantología, seguramente más complejo y costoso que el inicial.

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